Espacio para destacar las bases y avances en estructuras paralelas que nos permitan vivir mejor y desencadenar todo el potencial de la energía humana.
Textos fundacionales
Polis Paralela de Václav Benda
El texto de de Polis Paralela de Václav Benda se entiende mucho mejor si se parte desde la situación de represión y pérdida de libertad que se vivía en la antigua República Socialista Checoslovaca desde 1960. Son episodios capitales los de: Todos ellos los puedes encontrar detallados en el siguiente podcast, que además incluye una versión leída de Polis Paralela. Polis Paralela de Václav Benda Praga, 17 de mayo de 1978 Primero que nada, considero que la cuestión tal y como será expuesta a continuación –incluso con las confusiones, depresiones y conflictos que provoca– ya fue instaurada en toda su magnitud con la proclamación preliminar de la Carta. Con esto quiero decir que todas las peripecias de los últimos dieciséis meses, ya sea por vínculos externos o por los comportamientos de los individuos, grupos y corrientes “dentro” de la Carta, han contribuido a nuestra incertidumbre diaria (excepto en su programación) solo relativa y marginalmente. Intentaré explicar lo que veo como su principal causa. La Carta 77 registró, por lo menos, dos éxitos notables: abarcó una increíble escala de opiniones políticas y mentalidades civiles, así como demostró permanecer, en lo esencial, dentro del terreno de la legalidad. Con estos resultados, se pagó desde un comienzo el costo de habernos hallado en una considerable situación esquizofrénica. Por un lado, obviamente todos nos hemos puesto de acuerdo –pasando por alto diferencias esenciales en la fundamentación de la crítica y sobrepasando diferencias aún más profundas en las ideas sobre las posibles rectificaciones– en la tristísima apreciación del sistema y funcionamiento del poder político actual. Por otro lado, actuamos como si no hubiésemos advertido que las declaraciones de dicho poder sobre sus buenas intenciones y sus decretos legales, con los cuales limita en apariencia su totalización, son una mera tapadera propagandística. Aunque tomarle la palabra al poder político es de por sí una maniobra muy perspicaz, esta postura (con todo respeto a dicha perspicacia) no puede alcanzar un efecto movilizador y defiende una mentira, siendo incapaz de tender un puente entre las posiciones arriba mencionadas. La Carta 77 logró liquidar este cisma de forma temporal –aunque muy efectiva– mediante una acentuación radical de los aspectos éticos y las preferencias de una postura moral frente a una política. Esta solución inicial ha fracasado, y hoy se abre ante nosotros un dilema más penoso. Las razones de este fracaso son más o menos las siguientes: No subestimo las contribuciones concretas de las dos primeras razones, y no obstante encuentro decisiva y suficiente por sí misma la tercera. En este diagnóstico se basa la propuesta de una estrategia que nos permitiría salir del actual callejón sin salida. Quise intentar resumir esta estrategia con dos consignas que desarrollaré y comentaré a continuación: partir de la obligación moral y la vocación como el momento unificador y originadora de la dinámica; dar a esta dinámica el campo de acción y una perspectiva positiva concreta en la formación de una polis paralela. I La autorización moral y el deber del ciudadano a participar en los asuntos generales (es decir, políticos, en un sentido amplio del término) están fuera discusión. Desde allí la Carta infirió la fuente de su mandato público y esto significó, en cuanto solución social, la superación de la mencionada ambigüedad, además de garantizar unidad, cooperación tolerante y, hasta cierto nivel, persistencia. No encuentro otra fórmula capaz de suplantar exitosamente a todas estas funciones. Asimismo, este posicionamiento moral, a los ojos de la sociedad y de la mayoría de los firmantes, es algo tan estrechamente vinculado a la Carta que cualquier otra fórmula apenas podría resultar legítima. Ahora bien, no me pregunto aquí si hay que partir desde un aspecto ético, sino cómo logramos, una vez más, que este despierte y movilice a la comunidad, y cómo logramos asegurar su acción permanente, es decir, cuál es esfuerzo concreto o “programa positivo” de los cuales se pueda sacar energía para el porvenir. Si he entendido correctamente, lo que se esconde bajo la etiqueta de un concepto “radical” o “retardativo” nunca puede poner en perspectiva una respuesta para aquella pregunta. Ciertamente, el ciudadano debe hallar su compromiso ético involucrado en el conflicto con la mala política y esforzándose en su destrucción. No obstante, dadas las circunstancias, este deber es hasta cierto punto suicida, y ningún sistema ético razonable puede proponerlo como una opción de estima pública. Análogamente, el ciudadano puede sentirse moralmente obligado a evaluar la situación de modo realista, e intentar retomar el camino de los compromisos y reformas, al menos parcialmente. Sin embargo, frente a los parámetros éticos del poder político actual, no es posible confiar en una acción tal que sus motivaciones morales fuesen universalmente consultadas y pudieran producir algo semejante a una apelación moral. II Propondré tres caminos para revisar las relaciones con la comunidad. La mayoría de las estructuras que pesan de una u otra manera en su vida (es decir, en la vida política) funcionan de forma totalmente insuficiente, o incluso de forma dañina. Por ello, propongo que unan sus fuerzas en las transformaciones graduales de las estructuras paralelas, o al menos que sean capaces, en sus limitaciones, de suplantar las funciones útiles e imprescindibles que generalmente están ausentes en las estructuras oficiales; y también, de ser necesario, que sean capaces de aprovechar las estructuras existentes y “humanizarlas”. Este plan con vistas a otro nivel satisfará las exigencias de los “reformistas” y los “radicales”. No conduce a un conflicto directo con el poder político ni está plagado de ilusiones acerca de una solución sobre el estado de cosas existente por medio de “arreglos cosméticos”. A su vez, deja abierta la cuestión clave sobre la viabilidad del sistema: es seguro que solo su éxito parcial expondrá la tensión de las estructuras oficiales bajo la cual se desintegraría necesariamente (si aceptásemos el diagnóstico de los radicales) o bien se restauraría de forma provechosa (si aceptásemos el del reformismo). Este plan probablemente sea inadmisible para ambos flancos, como si se tratase de algo “propagativo” y de una política ingenua. Pero estamos todos juntos en la Carta, y esta es innegablemente un acto ingenuo como política, como lo es cada tentativa de llevar a cabo una política a partir de una solución moral. Después de todo, mi propuesta surge de la forma actual de la Carta 77, cuyo origen lo debe a la defensa de las estructuras paralelas (de la Otra Cultura) y que se consagra considerablemente a una reinterpretación “humanizante” en las estructuras oficiales existentes (del sistema legislativo). En esta dirección, me gustaría señalar que los políticos oficiales, al fin y al cabo, llevaron a la comunidad a su condición actual: así pues, sería razonable que se revisaran sus convicciones u opiniones políticas acerca de lo qué es y no es políticamente ingenuo, tertium non datur. Aunque este plan quizás esté por encima de nuestras fuerzas, es realista en cuanto se apoya sobre la praxis de una realidad autorizada. Mencionaré los dos ejemplos más notables, que a su vez son completamente opuestos. Una estructura cultural paralela es un factor positivo claro e indiscutible, y dentro de algunas esferas (en la literatura, pero también en la música popular y las artes plásticas) predomina por sobre las estructuras oficiales inanimadas. Un factor igualmente indiscutible (y negativo, aunque más funcional y humano) es la economía paralela, fundada en un sistema de robo, corrupción y protección que cultiva, bajo la brillante superficie económica oficial, no solo la mayoría de los consumidores, sino también la mayor parte de las relaciones industriales y comerciales. He aquí (en orden azaroso) las consignas concretas de mi plan: Por supuesto, el contenido y la forma de la información dada tendrá una significación clave; sobre esto y sobre las cuestiones de la publicidad en el extranjero trataré en los siguientes puntos. He aquí algunas reglas técnicas cuyo cumplimiento, en mi opinión, podría contribuir a una mejora: –Debe dedicarse más atención y trabajo a la tarea de divulgación de información, para que tenga que ser igualmente respetada como la propia preparación del material. Todo aquel que se lamente por tener conocimientos insuficientes debería sentirse automáticamente obligado a difundir la información obtenida. –La red de información debe aprovecharse de manera equitativa. Demasiadas pausas largas son aún más peligrosas que un exceso de lenguaje, pues conducen a la pérdida del interés y a la descomposición de esa corta conexión. –Especialmente, no lejos de su fuente, es necesario cumplir la regla según la cual el efecto es más importante que la civilidad social, y privilegiar la información en el lugar donde está garantizada su mayor difusión. Es preferible que alguien “prestigioso” sea informado al menos de segunda mano a que la difusión de esta información se atasque y quede restringida a un circuito estrecho de personas. –Es sumamente importante mejorar los canales de información para los grupos fuera de Praga. No obstante, esto es todavía más urgente para que estos grupos aseguren una articulación recíproca y formen sistemas de información. Aquí hay que considerar como una cuestión importantísima para la evaluación del destinatario de la información que sepa escribir a máquina, si bien no evitamos un empleo de los medios de reproducción más efectivos que la máquina de escribir. Resulta necesario elaborar rápidamente un sólido análisis legal de estas cuestiones, y además examinar las posibilidades de un aseguramiento material en lo técnico, sin dudas legal pero costoso (xerox, fotocopias). Mi propuesta dentro del área de la política internacional paralela surge de la premisa según la cual aun cuando la internacionalización de cualquier problema quizás no sea de provecho, no es decisivamente perjudicial. Algunas de las estructuras paralelas propuestas (como las educativas o económicas) no pueden funcionar –por lo menos, en un principio– sin un efectivo apoyo extranjero. La publicidad extranjera de nuestro esfuerzo es su garantía decisiva ante este arbitrario poder político, y para la mayoría de los ciudadanos también es la fuente central de información (radio y televisión extranjeras). De todas formas, lo importante es la colaboración en los movimientos emparentados dentro de los Estados del Bloque del Este; en décadas pasadas, quizás, cada una de las naciones de este bloque pagó cara la insuficiencia de tal coordinación. La publicidad de nuestro accionar es por el momento inaparente y nuestra colaboración con movimientos internos al Bloque siempre fue tristemente insuficiente. Hoy es necesario crear algo capaz de investigar las causas de esta condición y proponer un medio concreto para su revisión. Seguramente me estoy olvidando de muchas estructuras paralelas que ameritarían una consideración igualmente urgente. Estas estructuras paralelas individuales estarán también vinculadas con la Carta 77 en numerosos términos (su opinión acerca de lo que aquí intento expresar, así como el alcance de estos puntos); algunas serán sus componentes constitutivos, mientras que otras estarán asistidas y nutridas por la Carta, y finalmente las demás brindarán sobre todo una garantía legal. Una estructura paralela semejante excederá el marco de la Carta en varias áreas para luego, tarde o temprano, adquirir una existencia autónoma; es no solo por esto que hasta hoy esta estructura “no cabe” en la forma y misión de la Carta, sino principalmente porque, por sus condiciones opuestas, no construiremos una polis paralela, sino un gueto. Aun así, la Carta no tendría que apartarse del todo de esta iniciativa, ni tampoco limitarse a ella. Un paso semejante la llevaría desde su posición de iniciativa cívica hacia el rol de mera observadora, lo cual la desharía de una buena parte de su carga moral. Hay que tener en cuenta para el futuro que habremos de ponernos de acuerdo en la solución conjunta de nuestros esfuerzos más que en sus limitaciones externas. Al fin y al cabo, la Carta, en cuanto iniciativa cívica, pasa de manera necesaria y continua a otras iniciativas, y por su carácter de asociación independiente no tiene los medios disponibles con los cuales podría delimitar alguna frontera para su directiva. Al respecto, la Carta estuvo, está y estará fundada solamente en la siempre restaurada confianza que los individuos del grupo de firmantes, en comprensión y responsabilidad mutuas, evitando actos contra otros grupos que o bien serían inaceptables, o bien pudieran perturbar la unidad y mutualidad original con ellos. No obstante, la Carta 77 debe naturalmente continuar completando su tarea más propia (a excepción de la problemática “legislativa”, la cual indiqué en el punto a): seguir de cerca los casos de violación seria a los derechos humanos, advertirlos e impulsar su corrección. Esto significa sobre todo continuar con la redacción de documentos principales. Deben aparecer documentos concretos con un intervalo no mayor de dos meses; de otra forma, su continuidad se ve alterada. Fundamentalmente, es necesario ampliar el circuito de los signatarios y los no signatarios, quienes participarán en la preparación y elaboración de los documentos. En este sentido, saludo el anuncio público de los temas labrados y los equipos responsables de la redacción. Por otra parte, las opiniones individuales y las posturas de los autores se reflejan en el modo de elaborar las soluciones a los problemas dados (y este aspecto se proyectará con más fuerza y se acotará a sus áreas específicas), comprensiblemente diferentes al resto de las opiniones y posturas. Está en todo nuestro interés reconciliarnos con este hecho que realiza un falso esfuerzo por la objetividad y la tolerancia (como se ve en mis polémicas glosas más arriba) para producir documentos como si fuesen duplicados vacíos de protocolos diplomáticos. A continuación, paso a los requisitos que en cierta medida ya están en relación con mi plan. Pienso que los documentos no tendrían que estar dirigidos solamente a las autoridades, sino también (e incluso especialmente) a todos nuestros compatriotas. Para ello, deben ponerse en juego opciones concretas En realidad, estos documentos deberían ocuparse de los temas genuinamente candentes y no ser demasiado largos (de otro modo, no llegarán a la mayoría de sus destinatarios, si bien, por supuesto, su adecuación dependerá de la importancia del tema), y ser lo suficientemente comunicativos para el público aficionado (por ejemplo, deberían evitar la jerga jurídica o de cualquier otro tipo). Si de veras queremos desprendernos del sentimiento general de improductividad y desesperación en lugar de contribuir a él, creo que no podemos pasar por alto los hasta ahora dudosos resultados del diálogo con el poder político, y debemos aprender de ellos. Esto significa que hay que ir todavía más lejos; incluso nada nos impide que mostremos, dentro de nuestras demandas para una corrección institucional, el impulso hacia una actividad ciudadana “paralela” que posibilite la mejora del actual estado de cosas. Si la elaboración de documentos deja de ser el único objetivo y se lo coloca solo como una parte del esfuerzo constante para investigar las causas de las situaciones nefastas e imponer su reparación, entonces, ciertamente, la Carta 77 no correrá el riesgo de arder y volverse un simple resultado del “papel crujiente”. Un enfoque así, cuya acción ha de mezclarse con el descubrimiento de las posibilidades más variadas de corrección e implementación, sería hoy el paso más natural hacia el plan, aquí presentado, de una futura polis paralela. Bibliografía BENDA, Václav (1991), “Czech responses”, en SKILLING, G. y WILSON, P., Civic Freedom in Central Europe: Voices of Czechoslovakia, Nueva York, McMillan, pp. 48-56. BENDA, Václav (1980), “Paralelní pólis”, en HAVEL, Václav et al., O svobodě a moci, Colonia, Index, pp. 101-110. FALK, Barbara (2003), The Dilemmas of Dissidence in East-Central Europe: Citizen Intellectuals and Philosopher Kings, Budapest, CEU Press. González Calvo, J. (2004). “Jan Patočka y la Carta 77. Antropología fenomenológica crítica y activismo de los derechos humano”, Contrastes, vol. IX, pp. 41-58. HAVEL, Václav (1990), El poder de los sin poder (trad. de Vicente Martín Prado), Madrid, Encuentro. PALOUŠ, Martin (1991), “Jan Patočka Versus Václav Benda”, en SKILLING, G. y WILSON, P., Civic Freedom in Central Europe: Voices of Czechoslovakia, Nueva York, McMillan, pp. 121-128. TOMIN[OVÁ], Zdena (1983), “Typewriters Hold The Fort”, en Index on Censorship, vol. 12, nº 2, pp. 28-30.
En versión podcast aquí